A mi me dijeron que le ponga una llama en el casco, respondió el albañil al ingeniero. El ingeniero
no podía entender que una mujer romana bien elaborada , con laureles sobre su rostro y con gesto de diosa del olimpo , tuviera un auquénido sentada en la cabeza. El ingeniero ofuscado gritándole dijo al albañil: " Yo le dije que le pongas una llama, una flama, es decir unas llamitas de fuego, no una llamita de las punas". Si usted pasa en este mismo momento por la Plaza de San Martín
en el centro de Lima vera que debajo del monumento al prócer de la independencia , esta la mujer con su auquénido encima . Así se hizo Lima entre ingenieros extraviados y provincianos apasionados, así se fueron tejiendo historias.
1 comentario:
ja,ja,ja, no lo puedo creer, me he reido mucho...
La proxima vez llevare mi camara para hacerle un close up.
No hay duda que Peru es un pais surrealista
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