El mes anterior me llegó un imail de una amiga del Goethe Institut, invitándome a redactar algo sobre el instituto, algo sobre las vivencias dentro de ella, así que ni corto ni perezoso, me puse a escribir, tenia que tener como máximo 150 líneas, recordé todos lo que me sorprendió cuando estuve aprendiendo el alemán y claro las experiencias con el idioma de Goethe. Nunca gane premio alguno por algo que haya realizado con excepción de un concurso de triciclos, ufff en mi infancia, mi oponente era mi vecina, que claro tenia una gran ventaja sobre mi vehiculo, su bicicleta tenia aparte de las dos llantas, unas ruedas adicionales. Volviendo al tema, por mi aporte a los "40 años del Goethe Institut en Perú" me había hecho acreedor de unos premios bien chévere, claro que me levantó los ánimos, supongo que habrán encontrado y entretenido mi texto cuyo título era :
"Cuarenta años no pasan en vano"
Si es que hay que hablar del Goethe Institut Lima, empezare diciendo que es un agradable oasis de Alemania en nuestro país. La comparación es necesaria con nuestro Perú porque afuera del instituto todo era un caos, tráfico, huelgas, pero una vez que ingresabas al instituto te abordaba la sensación de estar en Alemania –aunque nunca estuve allí- pero eso es lo que uno siente, la encargada de Recepción, te saludaba con un guten Morgen!!
Y luego de allí corriendo hacia la escalera para la clase con Frau Sánchez, y otra vez un guten Morgen. Acostumbrados nosotros a la impuntualidad, no podíamos dejar de sentir vergüenza por llegar tarde. Los primeros días de clase, todo era en alemán, y yo nunca me había imaginado aprender ese idioma, pero ya estaba allí, poco a poco me di cuenta que me gustaba el idioma por la pronunciación, aunque algunos compañeros de la universidad no entendían, porque me puse a aprender alemán y no ingles o francés.
Todas mis clases de superintensivo eran de dos horas aproximadamente, así que luego de culminar la clase era un paso obligatorio por la Cafetería, donde nos atendía tan amablemente don Mario, que con suma sencillez y tranquilidad te daba la bienvenida al Goethe Institut, y te recomendaba que pruebes unos Brownies, su Yogurt griego con miel de caña, o los famosos Capuchinos.
La biblioteca pareciera que fuera la de Alejandría, innumerables libros sobre política, filósofos alemanes, gramática del idioma alemán, y otros, así como también videos en subtítulos o en alemán, y lo que mas me asombro aun era la distribución de la biblioteca, el orden en que estaban asignados cada libro, y claro un completo silencio respetando a los que estaban sumergidos en querer aprender el idioma de Goethe. Me parece increíble que hayan pasado 40 años y mas aun todavía nos siguen transmitiendo esa sensación del ambiente alemán.
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