jueves, noviembre 24, 2005
Gudrun Sperrer - Madame Butterfly...
Gudrun Sperrer llegó hace 25 años a Iquitos huyendo del frío de Austria. Trabajó como maestra en caseríos alejados y, por amor a la fauna que fue descubriendo, ha formado un soberbio mariposario y un centro de rescate de animales silvestres.
Cuando Gudrun Sperrer mira su territorio en lontananza, con sus ojos verde olvido, se parece a aquel legendario filósofo chino que toda su vida dudó si era un filósofo chino que soñaba ser una mariposa... o una mariposa que soñaba ser un filósofo chino.
Descalza. A orillas del río Nanay, bajo un incólume calor de 40 grados, Gudy salta, se empina, trepa, se balancea, gira a horcajadas entre los árboles como la Jane de uno de los mariposarios más hermosos del país, Pilpintuwasi, que en quechua significa: La Casa de las Mariposas; y que queda a una hora partiendo del puerto de Bellavista en bote y caminando por el poblado de Padrecocha.
Se vino huyendo del hielo de Austria, a los 22 años, para oler a azúcar rubia en la selva virgen de Iquitos (hoy desvirgada por humanos de rapiña), para derretirse de sudor y de picazones como un helado de sandía (pepitas incluidas) y para que su piel obtuviera ese color tinto que solo tiene el instinto. Sola y libre de los tabúes citadinos.
"Si una mariposa agita hoy, con su aleteo, el aire de Beijing, puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene", fue la tesis que popularizó en 1988 el escritor James Gleick para describir el ahora famoso efecto mariposa, siguiendo la teoría del caos.
Volando en su razonamiento, en Pilpintuwasi, con cada aleteo de las 43 especies de las trescientos cincuenta mariposas que lo habitan -en unos 400 metros cuadrados- se podrían prever hasta las lluvias de asteroides en Plutón el próximo siglo.
Madame Butterfly
Para los bereberes el órgano del amor no es el corazón sino el hígado. A Gudrun las mariposas le robaron la bilis.
"Mi pasión siempre ha sido para todos los animales, pero me decidí a criar mariposas porque ya no quería más mamíferos. Estaba dolida. Cuando me vine a Nanay las personas se dieron cuenta de mi amor por ellos. Aquí la gente mata a los animales para comer, lógico, porque tienen hambre, pero asesinan a las madres e intentan adoptar a las crías. Y como no los nutren bien y se les enferman, me traían esos bebes de monos, perezosos, ronsocos. Yo los aceptaba solo para que sobrevivieran, pero me encariñaba con ellos, pues".
El dilema fue con los monos, que cuando adultos se iban tras su libertad en busca de pareja. Y al cabo de un año, primos del hombre al fin, regresaban trayendo a sus crías para que las conociera ella, su madre adoptiva.
Y Gudrun presenciaba espantada cómo los vecinos los mataban a mansalva para comérselos.
Fue una experiencia demasiado escabrosa para alguien como ella que a los 2 años -en un bosque a las afueras de Viena- se apareció con una enorme víbora enroscada al cuello, gritándole alborozada a su mamá: "He encontrado un gusano gigante". Porque, salvo las ratas y las cucarachas, siempre ha creído que esos seres, que gracias a Dios no tienen razón, son sus prójimos y próximos.
"Yo quería ser veterinaria, pero en el campo donde yo vivía solo podían serlo los hombres, que tenían fuerza para cargar a un becerrito o a un caballito".
Por esto, estudió Asistencia Social, sin embargo, los fines de semana se escapaba para ser voluntaria en el zoológico de Viena. Un día se cansó de solo limpiar las jaulas de los tigres y se decidió a conocer la Amazonía.
Era setiembre de 1982, a las cinco de la mañana, y la humedad y el cielo raso, como soldado anónimo, de Lima la fusilaron del susto. Un poco confundida pidió un café en un puesto a la salida del aeropuerto, "que en Europa soñaba con que sería el más rico de mi vida". Y le trajeron agua y una bolsita filtrante.
Preguntó entonces horrorizada, en su primigenio castellano, dónde encontrar sol y palmeras, y emprendió la huida a Iquitos.
La ciudad no le cabía en la piel, así que deseando un lugar donde la selva virgen no haya sido violada, se mudó a una casa alejada a la vera de un río. Y viviendo como "buena salvaje" se ocupó también del animal humano: empezó a enseñar gratis matemáticas y urbanidades en un colegio del caserío de San Pedro, de paso que afinaba su español (hoy lo habla mejor que Toledo, con un gracioso dejo charapa). Luego fue directora de un colegio inicial en otro poblado, siempre gratis, por tres años.
Hasta que se enamoró de un peruano. Y compró un terreno, donde hoy se erige, desde 1991, Pilpintuwasi junto con un centro de rescate de animales salvajes y en vías de extinción; pese a que juró no recibir ninguno, su cariño por ellos la hizo perjurar.
Hoy vive, en la mitad de su terreno, con un otorongo:"Casi todo mi sueldo de profesora de inglés y alemán en la Universidad de la Amazonía se me va en él". Y con una sachavaca, cinco monos, papagayos, lagartos, peces; todos rescatados de las torturas de los cazadores y traficantes.
Y en la otra mitad, con mariposas fieles y traicioneras como dice la canción.
La metamorfosis
Su apariencia frágil es engañosa. Para la cultura náhuatl las mariposas eran las almas de los guerreros que aman y cantan. Y esa fuerza la presiente Gudrun, a las siete de la mañana, mientras observa a una oruga de la especie 'Catonepheles' eclosionar; ese mirífico proceso de pasar de oruga a gusano y luego a mariposa, que Vladimir Nabokov comparó con "la transformación del doctor Jeckyll en Mr. Hyde". También se escapa de su crisálida una 'Morpho' azul; primero las antenitas, luego las alas del tamaño de una uña encarnada y el cuerpo, en cámara lenta, como un diente de oro que sale como diente de leche. "Estas 'Morpho' nacen con el estómago lleno y debe perder peso para poder volar".
Las 'Morpho' (en sus variantes Helena, 'Thirios' y 'Patroclos', que viven comiendo mangos y néctar) suelen ser heridas por las garritas de la especie Búho, celosa y territorial, que se abre y asusta a sus predadores con sus alas en forma de lechuza.
Se calcula que existen dos mil especies de mariposas en la Amazonía , pero solo se conoce el 25% de ellas. Gudy se tardó seis años en recorrer el monte en busca de orugas y para descubrir las respectivas plantas hospederas, que son aquellas en las que cada mariposa, según su especie, deposita sus huevos y sin las cuales no podrían existir, alimentarse, pelearse y morir en paz.
A ras de suelo, planea de repente una mariposa transparente como una brizna de iceberg, conocida como 'Cithaera'. "Es mi favorita, parece un hada, vuela pausada y a una altura máxima de un metro".
Pero no es tan bella como la 'Hamadryas' que luce como pintada por sombras chinescas: azul intenso sobre negro extenso, combinando ambos colores al reverso. Además de ser una de las pocas que al volar emite un sonido de lápiz sobre papel platino.
"Falta estudiar mucho todavía, se ha hecho taxonomía para identificar las especies, disecarlas y venderlas. Pero hay poca información sobre su ciclo biológico. Nosotros somos uno de los países que criamos más, yo tengo 43 especies cuando la mayoría de zoocriaderos en el mundo solo cría de 10 a 15".
Gudrun coge, como haciendo un gambito entre los dedos, a una 'Rothshildia', que tiene ventanitas transparentes como lágrimas y que se pasa cinco meses en estado larval para vivir solo dos días si es macho y tres si es hembra (porque esta casi no se mueve). Las hembras despiden unas feromonas que el marcho puede oler a 15 kilómetros de distancia.
"Estas mariposas solo viven para amar y reproducirse", dice Gudy, antes de levantar un pie de repente y sacarse unas astillas, que a diferencia de los mosquitos -que ya le perdieron gusto a su epidermis de frambuesa- le siguen picando sin descanso.
También aman las 'Heliconia Sara', de alas alargadas negras con franja blanca y pinceladas rojas, que son tan sociables entre sí que se juntan para dormir como murciélagos. Tan sociables también -al estilo humano- que tienen veneno por si las moscas polillas y avispas. A veces les pasa encontrarse con intrusas 'Cola de Golondrina' porque, pese a que estas son amarillas y negras, pueden mimetizarse con los árboles.
"Los coleccionistas compran mariposas y ese suele ser un negocio, pero tendría que matarlas y no lo quiero hacer", se agita la austríaca-charapa observando a una 'Papilio Thoas' rozagante. De repente los dos monos aviadores y el guapo colorado que viven con ella saltan por encima de las rejas del mariposario. Así aparecen y desaparecen cuando quieren.
A veces se comen las pupas y las crisálidas, por eso, Gudrun los espanta con dulzura. Ella no tiene hijos humanos: los tiene a ellos que "a las cinco de la mañana van a mi cuarto a abrirme los ojos con sus propias manitos para que me bañe en el río, son tan inteligentes, como niños".
Si existe un hombre-mono, por qué no una mujer igual, que además tenga reflejos de otorongo. Y como Gudrun Sperrer viva soñando con ser una mariposa.
Aunque cuando mira su territorio en lontananza, con sus ojos verde olvido, parezca más una mariposa que sueña ser Gudrun Sperrer.
Sepa más
Para visitar Pilpintuwasi se debe partir del puerto de Bellavista y navegar durante media hora hacia el poblado de Padrecocha. Luego se camina unos 20 minutos. La atención es de martes a domingo de 9 de la mañana a 5 de la tarde.
Su página web es www.amazonanimalorphanage.org.
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1 comentario:
Este relato es una maravilla !!
Despertó mi pasión por la natuarleza, por ser intensa y otras cosas...
Besos
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