viernes, diciembre 09, 2005

Chicles,cigarrillos, caramelo, compre...


En el Post anterior me referia a la inseguridad de viajar ahora en las Combis, micros o buses, asi tambien afirmaba que practicamente cuando suben los ambulantes al bus, este se convierte en un "teatro sobre ruedas" porque se puede disfrutar desde un "Condor pasa" a ritmo de zampoña, o una zamacueca con cajon y todo.

Hoy hablare sobre los otros que no son mendigos, aunque quizas esten cerca, muy cerca. son aquellos personajes de nuestra Lima ,que venden golosinas y otros objetos en los microbuses y ómnibus. Pareciera que aunque los años pasen , siempre existiran ellos, como los pregoneros de la Lima de antaño: El heladero, la mixturera,la picaronera, el aguador (Leer Las Tradiciones de Ricardo Palma) bueno en fin, estos personajes de ahora no son unos improvisados. Por el contrario: tienen su propia "escuela" de estrategia comercial en pleno Centro de Lima. De allí no saldrán con un MBA , pero al cabo del curso pueden venderle caramelos hasta a un diabético.
Por Marco A. Sánchez.Fotos Melissa Merino.

¿Saben que significa Carrear?

El verbo callejero recorre en microbús la avenida Abancay y, en su nombre, se ofrecen caramelos a tres por cincuenta céntimos y veinte la unidad. (Carrear = Venta ambulatoria en los carros. Oficio inventado en los ochentas, venido a menos en los noventas y resucitado en el toledismo.)

"Señores pasajeros, quien les habla es una madre de familia…" El estribillo escuchado cien veces en los micros forma parte del manual del carrero, trabajador de la calle que ofrece caramelos, turrones o artículos de oficina, exclusivamente en vehículos de servicio público.
Y como todo oficio, tiene un aprendizaje. "Tienen que hablar así, no digan lisuras, den vuelto y no bajen nunca por la puerta trasera". Jenny es una limeña de 29 años, madre de cuatro niños y quien organiza al grupo de carreros que labora en el centro de la ciudad.

"Carrea" desde los 14 y adiestra a novatos en el oficio, a cambio –asegura– de pocos soles.
"Siempre saludando: Damas y caballeros… y despidiéndose: Muchas gracias y que Dios los bendiga. No suban a carros vacíos, sino planchaditos (llenos)", dice Jenny y el grupo escucha.
La esquina entre las avenidas Grau y Abancay, conocida como La Piedra, es el punto de encuentro carrero. Ahí se reúnen unas 50 personas, desde niños sin colegio hasta desempleados, madres solteras, drogadictos y delincuentes regenerados, que forman una logia comercial que se protege de los peligros de la calle.

Carrear no es sencillo, agrega Jenny, quien trabaja en familia. Su pareja Charles y su hijo Jordi de 14 años, lo hacen con ella. La robusta carrera carga además a su bebé de nueve meses.
La jornada se prolonga 12 horas, entre ocho de la mañana y ocho de la noche. Después de esa hora, nadie responde por la seguridad.

"Aquí vienen señoras solteras, jóvenes, desempleados, para que les enseñemos a trabajar". Los antiguos enseñan el discurso que los novatos ensayan varias veces en un pasaje cercano al jirón Montevideo.
El mayor temor del grupo son choferes y cobradores. Varios se lesionan al ser empujados de vehículos en marcha. Los carreros hasta tienen sus mártires, como "Charapa" y "Muertito", atropellados en Acho mientras carreaban.

Verdades y mentiras

"A la gente le gusta la mentira. Si decimos la verdad no colaboran", dice Mery, señora que carrea ya 20 años. Una mentira significa exagerar con el hijo enfermo o con no haber comido varios días.
Pero hay mentiras piadosas y engaños fatales. "A veces hemos visto casos de maltrato. Señoras que prestan bebés por cinco soles, o a cambio de hacerlo comer o darle ropita", relata Mery. También están las recetas médicas y papeletas de salida de las cárceles trucadas.
Pero no es siempre. En el paradero de Acho –otro punto carrero– Josefa tiene a su pequeña de siete años enferma de leucemia. Fotos y recetas reales de la niña acompañan siempre su bolsa de golosinas.

Nada más cierto que la tragedia de esta joven madre de tres pequeños.
Un carrero puede –o debe– mentir, pero jamás robar, según su particular código.
"La noticia del Loco Jeringa –el delincuente que robaba amenazando con inyectar jeringa con virus del VIH– nos perjudicó. Los pasajeros nos confunden con delincuentes", dice Mery, y agrega que la Policía capturó a uno, pero hay dos más en las calles.
Piurana de 32 años y con seis hijos, se especializa en ofrecer útiles de escritorio. Asegura que no existen miedos entre ellos, porque todos se conocen y se diferencia a carreros de delincuentes.
"Nosotros tenemos una ley: no permitimos viciosos. Cada quien cuida su carro, pero nadie puede prestarse a distraer para robar y menos robar", sostiene.

"El que sabe trabajar y es mosca, sale adelante y quien no, se pierde en la droga y alcohol. Muchos niños que carrean no van a sus casas, se quedan en la calle sin estudiar", explica.
El carrero explota la misericordia ajena. Por ello, adrede lucen despeinados y con cara de hambre, especialmente los niños. Subimos con Jordi (14) a un micro planchado (lleno) a medias, para observar la técnica.

Jordi saluda correctamente y recita "Verdades amargas", breve poema de César Vallejo. Los dulces se le acaban y tres cuadras más alla, tiene dos soles cincuenta en el bolsillo.
Su mamá le enseñó el poema corto, pues uno más largo demandaría cinco o seis cuadras. Y cuando un carrero se aleja más, el peligro de robo y agresión crece para él.

Era una mina

Los carreros se conocen todos entre sí, sobre todo por apodos. El carrero más antiguo es quizá Lener, albañil de oficio que agobiado por la falta de trabajo se lanzó a las calles un día de 1982.
"Lo más difícil es perder la vergüenza, al principio. Después se convierte en un trabajo rentable y algo descansado. Yo vendo solo artículos de escritorio, hasta las nueve de la noche. Como todo negocio, tiene sus días buenos", cuenta.

Un sábado puede ganar hasta 40 soles, y su ruta comprende las avenidas Abancay, México, Salaverry y Petit Thouars. "Antes el carreo era una mina, ahora ya no", asegura.
Jenny explica que por ello los carreros deben explotar al máximo sus habilidades: cantar, tocar cajón, recitar o simplemente "florear" al pasajero.
"Cambiamos el floro por el Día de la Madre (muchas de ustedes tienen regalos, nosotras no), por Navidad (usted tiene un panetón y chocolate en su mesa, nosotros un pan), y así. Hay personas buenas que entienden", dice.

Pero detrás de la locuacidad de Jenny y de los carreros, hay historias de miseria. Dos de sus cuatro hijos viven en orfanatorios, y los tiene consigo solo entre enero y febrero. En su casa de Canto Grande no hay cómo alimentar a dos bocas más.
Jordi, el único que la acompaña, estudia apenas dos veces por semana. El padre de los tres menores murió asesinado en la misma avenida que ella recorre ofreciendo sus productos.
Pero no todo es malo, ella volvió a enamorarse de otro carrero y "estabilizarse" en las calles. Es una vida bien dura, repite, cargando a su bebé. En su caso, aquello de que la calle es para quien la trabaja, solo huele a cruda verdad.

Glosario carrero

Planchado: Microbús lleno.
Sopa: Microbús repleto.
Cantinear: Ofrecer en bares y restaurantes.
Parquear: Vender golosinas solo en parques.
Casear: Ofrecer de puerta en puerta.
Recetear: Subir a los micros con recetas médicas.
Manguear: Pedir dinero en micros, cantando o recitando.
Langoyar: Pedir comida (en casos extremos).

Además están las frases aprendidas

-Un sol no lo hará pobre ni a mí rico.
-¡A la vuelta, tío! (solo en semáforos).
-Hoy es por mí, mañana será por ti.
-Ustedes tienen la suerte de tener un refrigerador lleno.
-Quien habla es un joven estudiante y trabajador a la vez.
-Póngase una mano en el pecho y la otra en el bolsillo derecho.
-Apóyame para llevar un pan a mi hogar.

Y bueno ya saben, el resto: Pie derecho, pie derecho!!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

que pena que el loco jeringa haya cuasado esto es verdad algunos ya no quieren deja subir a los vendedores por miedo